2022 supuso un contexto altamente retador para las economías, con efectos en los mercados no de igual magnitud, pero sí más persistentes que aquellos durante el momento más álgido de la pandemia. En enero, entrabamos a un año a sabiendas que íbamos a experimentar una desaceleración y posibles presiones inflacionarias transitorias, producto de disrupciones en las cadenas de suministro que permanecían desde 2020. Sin embargo, el conflicto en Ucrania y las fuertes restricciones de movilidad en la economía China agudizaron la tendencia estanflacionaria de los países a nivel global.